
El camino de la seda en la gobernanza religiosa: Malasia-Kazajistán

Malasia y Kazajstán: una oportunidad para la colaboración en la gobernanza islámica
Desde los tiempos antiguos de la Ruta de la Seda, cuando comerciantes, académicos y aventureros tejieron un tapiz de intercambio comercial e cultural entre Asia Central y el archipiélago malayo, hasta la era moderna de la conectividad global, la historia vuelve a llamar. Estos lazos históricos se cortaron bajo el dominio soviético, pero reavivaron después de la disolución de la URSS. En 1992, bajo el liderazgo del primer ministro Mahathir Mohamad, Malasia restableció rápidamente las relaciones con Kazajstán recién independiente y otras repúblicas de Asia Central. En 1996, Malasia había abierto su embajada en Almaty, señalando más que solo formalidades diplomáticas: estaba reviviendo los lazos centenarios a través del comercio moderno, la solidaridad islámica y una visión de progreso compartido. Pero más allá de la economía se encuentra una oportunidad más profunda: ¿cómo pueden estas dos naciones navegar por el delicado equilibrio entre la fe, la tradición y la modernidad?
Raíces compartidas, caminos divergentes
Malasia y Kazajstán pueden sentarse en los extremos opuestos del mundo musulmán, pero su tradición sunita compartida ofrece un terreno fértil para la colaboración. Sin embargo, sus enfoques para la gobernanza religiosa no podrían ser más diferentes.
En Malasia, la ley islámica opera dentro de un sistema federal descentralizado, otorgando la autonomía de los estados sobre asuntos religiosos. Esto ha permitido la flexibilidad para abordar las necesidades locales, pero también ha provocado tensiones sobre temas como la apostasía, la conversión y los derechos de las minorías.
Lo que hace que esta asociación sea intrigante no es solo sus diferencias, sino las lecciones que cada una puede ofrecer a la otra. Los marcos institucionales de Malasia, como Jakim (Departamento de Desarrollo Islámico de Malasia), y su sistema legal dual, que combina la Shariah y la ley civil, proporcionan lecciones valiosas para Kazajstán, ya que refina su enfoque de la identidad cultural en la era post-soviética. Por el contrario, la herencia islámica de Kazajstán, conformada por siglos de coexistencia y templada por el secularismo soviético, ofrece a Malasia nuevas perspectivas sobre la gestión de la diversidad sin fractura de la unidad. Juntos, ejemplifican las fortalezas complementarias que podrían inspirar modelos de gobernanza innovadores enraizados en la tradición y la adaptabilidad.
Iniciativa de Belt and Road: Más que solo comercio
Ingrese a la iniciativa Belt and Road de China (BRI). Lanzado en 2013, el BRI se ha vuelto mucho más que un conducto para la infraestructura y el comercio. Con una abarción de más de 150 países y el 65% de la población mundial, el BRI representa una oportunidad de oro para fortalecer la solidaridad musulmana en los continentes. Con aproximadamente 50 naciones de mayoría musulmana involucradas, Malasia y Kazajstán pueden aprovechar sus ubicaciones estratégicas a lo largo de los corredores BRI para mejorar el gobierno al gobierno (G2G), las relaciones entre empresas y empresas (B2B) y las relaciones entre personas (P2P).
Pero el verdadero premio no es solo un crecimiento económico, es un intercambio intelectual e institucional. Imagine a Malasia compartiendo su experiencia en finanzas islámicas, industrias halal y gobernanza multi-jurisdiccional mientras aprende de los esfuerzos de Kazajstán para equilibrar la autoridad estatal con la conciencia religiosa. Juntos, podrían elaborar modelos que resuenen mucho más allá de sus fronteras, ofreciendo soluciones para las naciones de mayoría musulmana que lidian con desafíos similares.
Llama a la unidad en medio de fragmentación
Si bien el diálogo interreligioso ha sido durante mucho tiempo una prioridad para ambos países, Malasia a través de su Centro de Diálogo Civilizacional (establecido en 1996) y Kazajstán a través del Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales (establecido en 2003), el mayor desafío hoy se encuentra dentro de la comunidad musulmana. Las interpretaciones competitivas del Islam corren el riesgo de dividir las generaciones más jóvenes y alimentar el extremismo. Aquí, el enfoque estructurado de Malasia para la gobernanza islámica ofrece valiosas lecciones. Su sistema legal dual, donde coexisten la Shariah y el derecho civil, proporciona un posible plan para gestionar la diversidad religiosa al tiempo que mantiene la cohesión nacional.
Una idea audaz? Establecer un Centro de Unidad y Diálogo musulmán en Kazajstán, una plataforma neutral para reunir a líderes de varias sectas y contrarrestar la fragmentación explotada por las fuerzas externas. Tal iniciativa no solo fomentaría la comprensión, sino que también crearía un frente unido contra los desafíos comunes, desde la competencia geopolítica hasta la inestabilidad socioeconómica. Este centro podría trabajar en estrecha colaboración con las instituciones existentes en Malasia, como el Instituto Internacional de Pensamiento y Civilización Islámica (ISTAC, establecido en 1987) y el Instituto Internacional para la Unidad Musulmana (establecido en 2009) aprovechando su experiencia en promover la unidad y abordar las divisiones sectarias. Al colaborar con estas entidades establecidas, el Centro podría servir como un puente entre diversas comunidades musulmanas, fomentando el diálogo y la cooperación mientras se basa en el enfoque institucionalizado de Malasia para la gobernanza religiosa.
La imagen más grande: liderazgo en el gobierno islámico global
La gobernanza religiosa tanto en Malasia como en Kazajstán presenta un paralelo intrigante, con el índice de 2021 del Centro de Investigación Pew que destaca sus altos niveles de regulación estatal de la religión, colocándolos junto con otros estados de Asia Central. En lugar de ver estos marcos regulatorios como limitaciones, pueden servir como herramientas para fomentar la unidad mientras dan forma al papel en evolución del Islam en la vida pública, ofreciendo lecciones valiosas para equilibrar la tradición, la modernidad y la autoridad estatal.
El verdadero desafío intelectual radica en ir más allá de las interacciones superficiales, como la certificación halal, que, aunque es vital, representa solo una dimensión de la gobernanza islámica, para centrarse en la arquitectura institucional más profunda que da forma a la autoridad religiosa, los marcos legales y la innovación política, cómo Malasia ha operacionalizado la autoridad religiosa, navegado por la gobernanza multi-jurisdiccional y equilibrado la identidad religiosa con la labor estatal, proporcionando un modelo para Kazajstán mientras recalibra su identidad islámica postsoviética.
Las apuestas son altas. En un mundo donde la comunidad musulmana enfrenta divisiones internas y presiones externas, fomentar la unidad es esencial. Para Malasia, este momento presenta la oportunidad de entrar en el escenario global no solo como un centro comercial sino como líder de pensamiento en el gobierno islámico. Se trata de ir más allá de las exportaciones halal y las transacciones financieras para participar en diálogos de políticas significativas que abordan la compleja interacción entre la religión, la gobernanza y la modernidad.
No se trata de exportar el modelo mayorista de Malasia, sino fomentar intercambios estructurados que respeten los contextos locales. Si tiene éxito, Malasia podría posicionarse como un arquitecto de la gobernanza musulmana del siglo XXI, influyendo en las políticas que unen a la división sectaria y promueven la armonía.
¿Nuevo capítulo en diplomacia islámica?
La historia le ha entregado a Malasia y Kazajstán una segunda oportunidad para caminar por la Ruta de la Seda, no como simples viajeros, sino como arquitectos de una nueva era.
Mientras Kazajstán traza su camino postsecular y Malasia refina su modelo de gobernanza islámica, las dos naciones tienen una rara oportunidad de redefinir lo que significa ser musulmán en el mundo moderno. Al aprovechar plataformas como el BRI y sus membresías en la Organización de la Cooperación Islámica (OIC) y el Foro Económico Islámico del Mundo (WIEF), así como establecer instituciones como un Centro para la Unidad y el Diálogo musulmán, Malasia y Kazajstán tienen el potencial de liderar esfuerzos hacia una mayor cohesión.
¿Pueden Malasia y Kazajstán llegar a la ocasión y allanar el camino para la unidad global de Ummah? El viaje por delante es prometedor.
El autor es la profesora Shakila Yacob del Instituto Jeffrey Cheah sobre el sudeste asiático, Sunway University.
Descargo de responsabilidad: las opiniones y opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente la posición de los tiempos de Astana.