La supervivencia de los apicultores en Kirguistán
El valle de Eki Naryn en Kirguistán es el hogar de Tynychtyk Satarov, un apicultor de 36 años que lleva más de una década criando colmenas. A pesar del perfecto clima soleado, Satarov trabaja con una chaqueta gruesa y un velo de red para protegerse de las picaduras de abejas, las cuales ya no le molestan tanto debido a la cantidad de veces que ha sido picado.
Satarov recorre Kirguistán desde mayo hasta agosto en busca de campos de flores donde sus abejas puedan recolectar néctar. Toda la familia de Satarov se dedica al negocio de la miel, con su padre, hermano y esposa trabajando en diferentes aspectos del proceso. Sus dos hijos también colaboran durante sus vacaciones de verano.
Las colmenas de Satarov se encuentran en un remolque móvil, lo que le permite transportar a las abejas de una pradera a otra. Actualmente la familia cuenta con 130 colmenas y más de 30.000 abejas. La miel recolectada en el valle de Eki Naryn es muy apreciada debido a sus propiedades curativas, ya que las abejas se alimentan de más de 15 especies de flores que crecen en lo alto de las montañas.
A pesar de los desafíos que enfrentan los apicultores debido al cambio climático y la mortalidad de las abejas en otros países, Satarov se mantiene firme en su pasión por la apicultura. Con la esperanza de que sus hijos y nietos continúen con el negocio, la familia Satarov trabaja duro para garantizar la calidad de su miel y su conexión con la naturaleza.
Este reportaje forma parte de una serie sobre el río Syr Darya y sus afluentes, documentando cómo esta importante vía fluvial sustenta la vida en Asia Central. El trabajo del corresponsal fotográfico Petr Trotsenko nos acerca a la vida y el trabajo de los apicultores de Kirguistán, destacando su importancia en la economía local y la preservación de la biodiversidad en la región.
